domingo, 27 de marzo de 2011

Hablando de tristeza...

Siguiendo con mi estado emocional, encontré esto en un blog con lo que me identifiqué mucho y por eso, el choreo:

La tristeza no organiza citas. No se anuncia, ni te envía un recordatorio para que sepas que pasará por tu casa en un determinado día, a una cierta hora.
La tristeza es incierta. Y misteriosa.
Aunque intentes posponer el encuentro apelando a mil y una excusas, se quedará quieta en un rincón de tu corazón, sin la menor intención de irse, y con la absoluta certeza de que se ha presentado allí por un motivo que te incumbe.
La tristeza es irritante, e incómoda. No se atiene a modales burgueses ni se comporta según el protocolo.
Pero si hay algo que no puede reprochársele es que no sea auténtica.
Es verdad que puede salir a escena de la mano de la irritación y la bronca, pero rápidamente se suelta y se deja ver en toda su penitud. Sí, su plena pena se derrama sin fuerzas y ya no hay contención posible.
Se le tiene miedo a la tristeza. Es portadora de debilidad. Es promotora del desaliento. Pero la pobre no ha tenido buenos agentes de prensa y se la opone a la alegría como si fuese su eterna sombra. Pero ella no es su oponente. Es sólo su otro costado. Así como el día y la noche se turnan para velar por la tierra, así también la tristeza y la alegría deberían habitarnos de a ratos.
A mí suele agarrarme desprevenida. Y está bien que así sea, porque es en esos momentos en que ningún artilugio mental me anda haciendo guardia, y ella puede deslizarse tranquilamente hasta mi corazón. Y una vez ahí dentro, ya no hay cerrojos ni puertas que le impidan instalarse a sus anchas.
Pero no es cargosa. Y cuando vacía la tercera taza de té, muy delicadamente se retira. Y me deja lagrimeando pensativa, pero serena.

Victoria Branca

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